18 febrero, 2010

La vierge corrigeant l'enfant Jesus, Max Ernst

 


La vierge corrigeant l’Enfant Jésus devant trois témoins, 1926. 
Huile sur toile. 

En la imagen vemos cinco personajes junto con una escena principal. Como nos indica el título, en ella se encuentra la virgen María castigando al niño Jesús. Detrás a la izquierda se encuentran tres testigos de la escena: el líder del surrealismo, André Breton, junto con Paul Eluard, otro gran poeta y de gran rango en dicho movimiento, y finalmente al Max Ernst mirando a través de la ventana la escena descrita anteriormente.

Lo más chocante en primera instancia es la lectura del título, junto con la temática que abarca. Es muy probable que de entrada no vemos a la virgen María representada en esa mujer si no hemos leído el título antes, ya que es una manera muy peculiar de retratarla. Vestida en rojo, con un pecho voluminoso, a la luz del Sol, agresiva, potente y dura. Viva y apasionada. Frente a la típica imagen de azul, dulce, suave, inocente, tímida, clásica. De la misma forma que ver al niño Jesús en tales condiciones, desnudo sobre sus rodillas, siendo azotado por ella, siendo castigado, des espaldas, desgraciado y con la aureola en el suelo, perdiendo en aquel momento su imagen más sagrada, no es usual. Y es que Ernst nos pone en una situación humana y real, en un mundo vivo, sin respetar la representación clásica, a dos personajes históricamente relacionados con lo divino, lo sagrado.

La relación de poder cambia. Tal y como destaca Foucault en sus obras, el poder no lo cede un individuo al soberano, no se le cede al divino por la humanidad, sino que es una relación de fuerzas, en las que el poder recae sobre todos y cada uno de los seres, nos reprime y a la vez nos potencia. Nos recuerda que a fin de cuentas se trata de un niño, que como puede serlo cualquiera, es castigado, desgraciado, desafortunado. Y no por ello él como ser también deja de tener la parte de poder que le pertoca. Cada uno tiene un poder sobre si mismo y luego, sobre los demás.

Aquí la lectura de Kant nos ilustra la importancia del individuo como humano, de la vulnerabilidad. El niño desnudo e indefenso frente a una madre, su superior, que le dicta y le ordena, y probablemente en consecuencia de no cumplir su cometido le castiga. El límite del individuo frente a su propia divinidad. Y ese límite lo convierte en humano. El ser humano como algo particular. La idea de lo débil y real de la vida de los seres destaca en la obra del filósofo, y la obra de Ernst nos devuelve esa idea de sujeto vulnerable que Kant repetía y repetía en sus escritos y en su pensamiento, así como la idea de que todos partimos de una misma base, y que nuestras inclinaciones y decisiones a lo largo de la vida vienen en función de nuestro entorno y sobretodo, de cuánto pongamos en práctica nuestra mente. Max Ernst critica como criticaba Kant, refiriéndome al acto de criticar en si.

Como defendía el mismo movimiento surrealista, llega un momento en que desaparece la sensación de las contradicciones posibles, en donde todo se confunde. Un momento en el que probablemente todo tenga un fondo, y seguramente muchos de esos fondos no seamos capaces de verlos jamás. No todo tiene su razonamiento lógico, no como mínimo teniendo presente la lógica humana que todos tenemos y conocemos (como destaca Kant, la lógica, razón humana, es limitada por el mero hecho de ser humanos). Un ser divino, sagrado, puede ser castigado, entonces. La virgen María puede ser corpulenta, puede ser dura, agresiva, excitante e incluso provocadora. Al hijo de Dios se le puede caer la aureola en sus momentos más débiles. Todo se confunde: los tres hombres tras la ventana que miran, pero no acaban de mirar, la mujer fuerte la representación de la cual siempre es más bien débil, el niño con aureola pero sin ella, espacios abiertos pero cerrados, un lugar alegremente iluminado en una escena cruel…

Provocador en la forma pero en el fondo respetando los dogmas cristianos, o a lo mejor no. No sabemos hasta qué punto Ernst quiere hacer una crítica de la imagen clásica que tenemos en la representación de la virgen María y el niño Jesús, o simplemente potencia los mismos escritos, donde siempre se ha reconocido la parte humana tanto de Jesús como de la virgen, y él nos representa esa parte de ellos. ¿Hasta qué punto pretende algo así? Puede llegarse a interpretar como una escena de alto contenido sexual, fetichista, donde un mirón observa al niño desnudo siendo azotado por una gran mujer. Como también es probable que se trate de un sueño que él tuviera una vez. Como también lo es que no sea ninguna de estas cosas.

Es aquí donde, remontándonos al origen del surrealismo e incluso del dadaísmo, llegamos a Freud, con la diferencia que él nos ofrece entre sentido manifiesto y sentido latente, la cual toma gran importancia en la interpretación de la obra de Ernst, como en muchas otras dentro del mismo movimiento surrealista y fuera de él. El sentido manifiesto, aparentemente incoherente presentando una historia narrativa, en este caso, lo que vemos: una mujer, con una aureola sobre la cabeza, con un niño sobre sus rodillas, un cielo azul, una ventana con tres hombres tras ella, un lugar con paredes sin techo, etcétera. El sentido latente hace referencia a lo que va más allá en la obra, lo que representa, lo que se puede interpretar, la huella que nos deja; en este caso, potencia la humanidad representada en lo relacionado con lo divino, la humildad, el intercambio de poderes entre los figurantes del cuadro… Un conjunto de contradicciones que se esfuman para finalmente dejarnos con una idea, un sentido, una huella en nuestra mente y en nuestro cuerpo tras haber visto la obra.

Solveig Möller, Enero 2010




1 comentario:

  1. Perfecta la descripción, realmente te felicito, me ayudaste mucho

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