14 mayo, 2013

L'Empire des signes


El discurso de Antístenes

«Pues ea», dijo Sócrates, «cuéntanos por tu parte, Antístenes, cómo con tan pocos bienes te enorgulleces de tu riqueza». «Porque creo, amigos, que las personas no tienen la riqueza y la pobreza en su casa, sino en sus almas. Veo, en efecto, que muchas personas corrientes, aun teniendo una gran cantidad de riquezas, se consideran tan pobres que afrontan toda clase de fatigas y de riesgos para poseer más, y sé incluso de hermanos que, habiendo heredado partes iguales, uno de ellos tiene lo suficiente, e incluso le sobra, mientras que al otro le falta todo. Estoy informado también de que algunos tiranos tienen tal hambre de riquezas que cometen crímenes más atroces que los pobres más necesitados, pues a causa de la necesidad evidentemente algunos roban, otros asaltan, otros venden como esclavos a hombres libres y hay también tiranos que destruyen familias enteras, matan personas en masa, e incluso a menudo reducen a la esclavitud a ciudades enteras para conseguir dinero. Pues bien, a esta clase de individuos les compadezco mucho por la grave enfermedad que padecen: me parece que les ocurre lo mismo que a una persona que dispusiera de mucho y que por mucho que comiera, nunca estuviera satisfecha. En cuanto a mí, tengo tantos bienes que apenas puedo encontrarlos Sin embargo, me sobra para comer hasta llegar a no tener hambre, para beber hasta no tener sed y para vestirme hasta el punto de no tener más frío cuando salgo que Calias, aquí presente, a pesarde lo riquísimo que es. Y cuando estoy en mi casa, los muros se me antojan cálidas túnicas y mantos muy espesos los tejados, y la cama que tengo es tan satisfactoria que incluso me cuesta trabajo despertarme. Y si alguna vez mi cuerpo me pide amor, hasta tal punto me basta lo que tengo a mano, que las mujeres a las que me acerco me colman de caricias porque ningún otro querría acercarse a ellas. Y todos esos placeres me parecen tan agradables, que no desearía encontrar mayor gusto practicando cada uno de ellos, sino menos; hasta tal punto creo que algunos de ellos son más dulces de lo conveniente. Pero la posesión que calculo de mayor valor en mi riqueza es el hecho de que, si alguien me quitara lo que ahora tengo, no veo a pesar de ello ningún trabajo, por humilde que sea, que no me proporcionara sustento suficiente. Porque incluso cuando quiero darme buena vida no compro en el mercado lo más lujoso (pues sale demasiado caro), sino que lo saco del almacén de mi alma Mucho mayor es mi placer cuando espero la necesidad para acercarme a él que cuando consumo algo costoso, como me ocurre ahora mismo, queme he encontrado con este vino de Tasos y lo bebo sin tener sed. Además, es lógico que sean mucho más justos los que atienden a la sencillez antes que a la abundancia de dinero, pues quienes más se conforman con lo que tienen a mano menos aspiran a lo ajeno. Merece la pena tomar en consideración cómo una riqueza de tal clase hace liberales a los hombres, pues ahí tenemos a Sócrates, a quien debo mi riqueza, que no calculaba ni pesaba lo queme daba, sino que me proporcionaba cuanto podía llevarme. Yo ahora, por mi parte, a nadie se la escatimo, sino que a todos mis amigos les muestro mi abundancia y comparto con quien lo desee la riqueza de mi alma. Y, además, la más exquisita de las posesiones, que es el ocio,veis que siempre está presente en mí, de modo que puedo ver los espectáculos más dignos de contemplación, oír loque merece escucharse y, lo que yo más estimo, pasar libre de ocupaciones mis jornadas con Sócrates. Tampoco él admira más a los que cuentan más dinero sino que pasa el tiempo conviviendo con los que más le gustan». Tales fueron los argumentos de Antístenes.

Jenofonte. 
Recuerdos de Sócrates; Económico; Banquete; Apología a Sócrates.
Madrid: Gredos, 1993, pp. 330-333

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