15 febrero, 2010

La identidad neuronal

¿Qué se puede decir de la identidad? ¿Dónde está? ¿Qué es? La paradoja de Teseo permite adedlantar una respuesta: los griegos conservan, con devoción, la nave de su heroe. Para reparar los daños del tiempo, los carpinteros marinos cambian un tablón, luego dos, luego tres, luego varios. Sin embargo, siguen venerando siempre la misma nave, aunque se haya cambiado hasta el último tablón de la embarcación original. ¿Cuándo dejó de ser lo que era? ¿Con el primer pedazo de madera nueva? ¿Con el segundo? ¿Con el último? ¿Justo en la mitad? [...] ¿Cuándo pierde su identidad?
Leibniz propone una fábula muy útil como respuesta: imagina el cerebro de un zapatero trasplantado al cuerpo de un rey, y viceversa. Después de la operación, ¿quién sabe arreglar zapatos? ¿El cuerpo del remendón con el encéfalo del soberano? ¿O la otra configuración? ¿Cuál puede, en teoría, ocuparse de los asuntos de Estado? ¿La carne del poderoso o la materia gris del viejo zapatero? ¿O a la inversa?
[...] Se impone una conclusión: somos nuestro cerebro. [...] Nuestro cerebro es el lugar de la memoria, las costumbres, los formateados neuronales durante la tierna infancia y la educación; contiene los hábitos, los recuerdos, los datos que permiten el reconocimiento de rostros y lugares; almacena todo, lo que evita que tengamos que aprender de nuevo, cada vez, la más nimia, trivial y elemental operación. En él se repliegan las huellas del tiempo individual y colectivo. Envuelve la lengua y la cultura. La totalidad de nuestro cuerpo, a fin de cuentas, se encuentra allí, encerrado, regido, vivido, contenido. El lugar de la identidad, el tópico fundamental del ser, es por lo tanto él. Lo demás le sigue.

La fuerza de existir. Manifiesto hedonista - Michel Onfray

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Quizás le interese...

Related Posts with Thumbnails