Si echamos un vistazo al libro de historia japonesa Nihon Shoki se entiende fácilmente, aun sin ser experto, que cuando nacieron el Cielo y la Tierra, apareció algo semejante a un brote de juncos, algo que se convirtió en un dios con el nombre de Kuni-toko-tachi. A partir de entonces, el camino del yang, es decir, la fuerza masculina, existió a lo largo de tres generaciones sucesivas de dioses. Ahí está el origen de la homosexualidad y del ejercicio de la Vía del amor viril [nan shoku dou 男色道] o amor entre hombres.
A partir de la cuarta generación de dioses, hubo ya relaciones sin ningún control entre el yin y el yang, es decir, entre la fuerza femenina y la masculina, siendo desde entonces cuando empezaron a aparecer dioses y diosas. Y, lamentablemente, a partir de aquel tiempo ensuciamos los ojos cada vez que miramos cómo se arreglan el pelo las mujeres, tanto el peinado antiguo Sagegami como el peinado del estilo actual Nage Simada que en nuestros tiempos las mujeres aderezan a base de aromas de aceite de flor de ciruela; sí, manchamos todavía más la mirada cuando nos fijamos en cómo las mujeres mueven con suavidad las caderas delgadas que envuelven en ropa interior de color rojo.
En un país donde faltan jóvenes guapos, tales son los medios de que se valen las mujeres para encandilar a viejos jubilados. Pero cuando uno se halla en la plenitud de su virilidad, ni esas artimañanas ni las mismas mujeres son compañía digna para un hombre, ni siquiera para conversar.
¡Vamos, vamos, que estamos tardando en franquear la maravillosa puerta tras la que se abre la Vía del amor viril[男色道]!
Día de Año Nuevo.
Año 4 de la Era de Jokyo [1687], año del Conejo del signo del Fuego Yin.
Ihara Saikaku
El gran espejo del amor entre hombres.
Historias de samuráis.
Prefacio del autor
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