— Tú me estás tomando el pelo —rió Francisca—. Algunos no quieren admitir ni que las personas tenemos derechos, así que quién admitiría que los animales los tienen. Además, puedo imaginarme algún día de abogada en los tribunales defendiendo a un gato al que le han pisado la cola.
— ¿Y qué piensas de los niños? —añadió Marco—. ¿Tienen derechos?
— ¡Los niños! —rió Francisca de nuevo—. Están a medio camino entre las personas y los animales. Así es como piensan algunos.
— Los niños adquieren derechos cuando crecen —comentó Bernardo Bejarano.
— ¡Qué va! —dijo Marco—. Uno tiene derechos desde el momento en que nace. Tienes derecho a ser alimentado y vestido. Tienes derecho a la salud y a la educación. Tienes un montón de derechos desde que eres un chiquillo.
— Pero, ¿y los animales? —insistió Lisa—. ¿Tienen derecho a que no los maten y se los coman?
— Ellos tienen derecho a matarnos y comernos si nos atrapan —contestó Bernardo—, y nosotros tenemos derecho a matarlos y comerlos a ellos si los atrapamos.
— ¿Es lo mismo respecto de las personas? —Preguntó Harry— ¿Es precisamente el ser capaz de capturarlos lo que nos da derecho a matarlos?
— Por supuesto —contestó Bernardo—. Y cuando esto ocurre lo llamamos guerra y eso está permitido.
Matthew Lipman, Lisa